De armas tomar
La dificultad de erradicar las palabras con terminación aba. Recordaba, transformaba, zumbaba, controlaba ansiosamente el vuelo del mosquito mariposeando mis brazos, que eran destinados para rodear tu cuerpo, y trabajarlos en obra más hierática y común me parecía una burda situación. Eran mis brazos, mis manos para alardear las palabras escritas sin terminación aba; presumirlas en hoja en blanco cuando sintiera, aún sin estar segura, tus pasos acercarse.
Con énfasis di golpe tras golpe, la mayoría al cálido viento, al fin y al cabo mes de primavera, era de suponerse había de encontrar en ese lugar de arboleda cita cuanto animalejo volador rondara por allí. Ya sentada, en esa banca de plaza, ya de pie dando batalla a derrotar a tremendo zumbido caí en esa desesperación de obtener forzosamente la victoria.
Allí me tienes con los cabellos de punta, la piel enrojecida y tremendas ámpulas, ataques del pequeño de tamaño, pero enorme general mosquete de combate. Supo el combatiente darme duro y tupido. ¡Qué vergüenza confiarte hecho violento! Más aún, darme por vencida, ¿por qué qué palabras te muestro? ¿qué presumo? dada la situación pavorosa, de arma utilicé mi hoja de notas, comprenderás quedó destrozada, apenas un garabato que espero entiendas en este mensaje, y sobretodo sepas del porqué de mi partida.
Atrás mi peinado denso, mi frescura del baño para en confianza darte mi piel perfumada, ya nada; el vergel despedazado, y mi habla lenguaje ardido...
Ana
La dificultad de erradicar las palabras con terminación aba. Recordaba, transformaba, zumbaba, controlaba ansiosamente el vuelo del mosquito mariposeando mis brazos, que eran destinados para rodear tu cuerpo, y trabajarlos en obra más hierática y común me parecía una burda situación. Eran mis brazos, mis manos para alardear las palabras escritas sin terminación aba; presumirlas en hoja en blanco cuando sintiera, aún sin estar segura, tus pasos acercarse.
Con énfasis di golpe tras golpe, la mayoría al cálido viento, al fin y al cabo mes de primavera, era de suponerse había de encontrar en ese lugar de arboleda cita cuanto animalejo volador rondara por allí. Ya sentada, en esa banca de plaza, ya de pie dando batalla a derrotar a tremendo zumbido caí en esa desesperación de obtener forzosamente la victoria.
Allí me tienes con los cabellos de punta, la piel enrojecida y tremendas ámpulas, ataques del pequeño de tamaño, pero enorme general mosquete de combate. Supo el combatiente darme duro y tupido. ¡Qué vergüenza confiarte hecho violento! Más aún, darme por vencida, ¿por qué qué palabras te muestro? ¿qué presumo? dada la situación pavorosa, de arma utilicé mi hoja de notas, comprenderás quedó destrozada, apenas un garabato que espero entiendas en este mensaje, y sobretodo sepas del porqué de mi partida.
Atrás mi peinado denso, mi frescura del baño para en confianza darte mi piel perfumada, ya nada; el vergel despedazado, y mi habla lenguaje ardido...
Ana