jueves, 7 de abril de 2016

Todos queremos lo bueno...

Todos quieren del bueno, yo también. Suena lógico desear lo mejor de lo mejor, indiscutiblemente, así es, vuelvo al yo, yo por ejemplo prefiero un libro de Julio Cortázar, de esos que llevan los cronopios escritos en mil aventuras a uno de chistes de pepito, hemos de imaginarnos porqué es preferible el primero al segundo hecho mención.


Reconforta, a la gran mayoría  de los hombres un buen auto, asientos de piel, olor a nuevo, amplio al grado de recostarte y descansar en cualesquiera de los espacios de la carretera, u parque de la ciudad, y ese piquito de glamur de ver la mirada llena de envidia al verte rey en él es satisfactoría. Ninguna comparación existe a un auto equis, de esos comerciales, y que abundan en las avenidas, incomparable.

En lo que se refiere a medicamentos, somos muchos los que a mayor cantidad de dinero, mayor punto de sanidad, y alegamos a diestra y siniestra el menor efecto de medicamentos similares a los de fórmula de patente, y es que definitivamente, todos queremos lo bueno, y lo bueno está en nuestras creencias. Creo.


Allí vamos, transporte público, ¡ahh qué de escuchar música, toda clase de notas entrelazadas a toda potencia! Y digamos, esa expansión de calor humano,   bueno, nos hace falta amor al prójimo, y al próximo; el ir y venir nos hace bien. Claro, un poco de mayor de control de calidad sería estupendo, ¡vamos, quién le dice que no a uno de esos autobuses con asientos espaciosos, reclinables, a la mano tu bolsa desechable para la basura, a tu frontal rostro una televisión con película rodando, ¿quién dice que no se ánima a darse una vueltecita por ahí?


Me adelanto, pero vamos al final del camino. Aún sabiendo el recién fallecido ni pi ni pa, y es bien sabido nada de nada lo mortifica, allí estamos, ofreciendo el mejor de los ataúdes, la ostentosa capilla, ¿sacerdote para la misa? —Por favor, vayan por el la catedral, no pararemos en pequeñeces— y es que, satisfacción propia, dar una inigualable  despedida a ...último adios. Lágrimas de oro.


Salpicados los hot cakes de miel de abeja, los deleitas a toda sana consciencia, calidad, nutrición, yomi, yomi... y qué manera de cambiar la percepción al ver como serpientemente  se engolosinan los panecillos con la miel comercial, preguntas, ¿qué es esto?  Lo enfrentas, te reservas, los comes, ¡¡gran diferencia!!



Y si, todos queremos lo bueno, y yo también, por eso, cuando verifico el grandílocuo rojo  frasco de café va llegando a su fin me lo pienso para darlo a sí, a brazos abiertos. Está el de granos instantáneos, solubles, y de matices claros. Del otro,  de cafetera, el bueno, lo reservo, por delicias, por bueno. 

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