viernes, 5 de febrero de 2016

A Francisco

Para evitar las redadas policiacas, los campesinos mudan sus sembradíos de ganja montaña arriba.










A Francisco

Entre pliegues y saetas de montaña me pierdo;
rocas seculares duras de su lengua
invitándome  al vaivén del abismo;
vértigo de matiz pétreo y frío me llama;
la danza flamante del ancestral tiempo
da sus notas luengas y constantes,
orquesta mi  trémulo latido,  arribo
a las veredas de corto pasto para encontrarme,
planear la fortaleza,  ahondar en camino libre
 como nómada que arma su entorno,
sostiene su fuego sobre su propia mano,
y sobre la cobija del cansancio,
allí,  verso el arte del juego,
tu silueta  vaporizada esculpo
en el palpitar de las oscuras nubes
están tus ojos fijos, condicionados a cada arrobo,
a cada arrullo de quietud en mi asentamiento,
están tus disímiles labios  entreabiertos
dando los mil consejos bien aventurados;
tus brazos de Dios  dibujo,
alzo mi índice en lienzo contento;
nazco, y crezco celestialmente toda tu figura,
los cirros andantes llevan tu nombre,
la cargada y ondulante nube tu apellido.

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